miércoles, 28 de abril de 2021

Aguafuertes pandémicas. Amor en el parque Rivadavia


Allá por septiembre del 2020, cuando la cuarentena obligada empezó a descontracturarse, se permitió frecuentar plazas y parques, yo tengo cerca la Plaza de Mayo, la de Tribunales y la plaza del Congreso, aunque tengo mis dudas que estos espacios verdes califiquen como plazas.


Todavía no entiendo bien el amor de los niños por la calesita. Los pequeños enloquecen por subirse y el desafío de la sortija le pone un condimento que es difícil de explicar pero que indiscutiblemente a todos nos encanta.

Cuando yo era niña también enloquecía. Depende las vueltas que mi mama estuviera dispuesta a pagar, yo estratégicamente huía de mi hermana (me sentaba lo mas lejos que podía) y me disponía a viajar primero en un avión, luego en barco y después a caballo.

Era genial poder imaginar que galopaba por grandes praderas verdes llenas de arboles o que de golpe me convertía en un piloto que cruzaba los andes piloteando mi propio avión o que finalmente me podía subir a la espalda de un Mickey Mouse de fibra de vidrio y que desde allí podía viajar a la luna.

Durante las veces que salí a caminar en esta etapa de la cuarentena, muchas veces llegue hasta el parque Las Heras, allí hay una calesita. Aunque con la cuarentena, tenias cupo limitado y le habían quitado la sortija.

La cuarentena nos cambio la manera de vivir en muchas formas, también cambio las calesitas. Primero por que estaban cerradas , luego con los chicos jugando alejados unos de otros, finalmente sacando la sortija.


El parto de este nuevo mundo en el que nos toca vivir se esta haciendo un poco largo y cansado.

Aunque estoy segura que nuestro planeta no se va a rendir y va a seguir dando vueltas sobre su propio eje, para que las risas sigan surgiendo igual que en las calesitas.



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