miércoles, 15 de septiembre de 2021

En el mismo momento que dejo de ser salón de actos para convertirse en aula, el mundo cambio.

 

Cuando toda esta locura de la pandemia comenzó una docente me dijo; 


-Por dios que no empiecen a usar las escuelas de centros de aislamiento por que voy a sentir que estoy en el medio de una guerra-



...y yo pensé, pero claro, que terrible! 


Pensar en que las escuelas se conviertan en centros de recepción de enfermos, seria una locura. Por suerte, eso no sucedió. 
Pero si sucedieron otras cosas, por ejemplo que el salón de actos de la Biblioteca del Docente se trasformo en aula.

Ese salón de actos de estilo académico francés que tiene capacidad para doscientas personas. 
Ese salón de actos en el que hacíamos presentaciones de libros, obras de teatros, charlas para bibliotecarios, docentes y educadores.


Ese salón de actos que era un mundo de ilusiones por que allí no existía otra cosa que el disfrute. 
Ese salón de actos que solo traía satisfacciones. 
Ese increíble lugar, ahora se había transformado en aula. Estoy muy feliz de que las escuelas puedan encontrar una solución y tengan un espacio ventilado para dar las clases, pero me pone muy triste el que esto no es lo que yo conocí como normalidad. 


Quisiera mi salón de actos igual que quiero mi humanidad tal y como la conocí. Aunque temo que esto no va  a poder ser posible. 


Estamos pariendo un nuevo mundo y este bebe que esta naciendo, nos esta dejando cambios muy profundos. Cambios que deberemos aceptar al igual que un salón de actos se convierta en aula. 




jueves, 9 de septiembre de 2021

La sonrisa de Carlos Gardel

Hace muchos años cuando era una pequeña niña de no mas de 6 o 7 años recuerdo que todavía quedaba algún colectivo de aquel momento, que en la puerta de atrás, justo al lado del timbre había una pequeña foto de Calos Gardel. 

Para ese entonces, década de los 80 los bondis bonaerenses tenían un formato muy distinto al que tienen hoy en día. 
Tenían escalones mas altos y eran mas bajo por dentro. La obligación era bajar por atrás aunque pocos lo respetaban y por encima de la puerta trasera estaba en timbre. Elemento que no era de fácil acceso, prácticamente había que balancearse sobre los escalones de la puerta de atrás para poder llegar a tocarlo y una vez que llegabas al él era necesario sostenerse apretándolo por un buen tiempo ya que el motor de los colectivos de aquel momento era tan ruidosos que había que hacer malabares para que el colectivero te escuche. 





Volviendo a la fotito de Gardel al lado del timbre, de niña para mi, era bastante llamativa. Cada vez que salíamos con mi mama esperaba con ansias el momento de llegar a verla. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué estaba ahí? ¿Qué tenia su sonrisa que encantaba la mirada?  
Con su sombrerito de costado y la cabeza de lado, portaba una sonrisa encantadora, la cual dejaba ver dientes tan blancos y parejitos que a mi me llamaban poderosamente la atención. 

No lo recuerdo, pero seguramente alguna vez le debo haber preguntado a mi madre sobre aquella foto y ella habrá aclarado mi duda sobre quien era la razón de mi asombro. Yo sentía que detrás de esa sonrisa había mucho mas que un hombre alegre.




Esa sonrisa reflejaba, la satisfacción y el disfrute por la vida de alguien que la vive sin reclamos. 
Así nomas, como viene. 

Por que la vida es eso, una serie de sucesos que a veces podemos controlar y otras no y yo sentía que Carlitos sonreía mostrándole a la vida que el era libre de prejuicios, juicios y traumas. 

Esa sonrisa inspiraba y alegraba a quien decidiera recibirla, hacerla suya. 

Era como la sonrisa que tiene una madre que esta orgullosa de su hijo o la sonrisa que tienen los niños en esas tardes de verano con la libertad de jugar libremente. 

Esa sonrisa daba cosquilleos en la panza a cualquiera que supiera ser sensible a las cosas simples de la vida. 

En mi historia siempre me produjo curiosidad no solo la vida de Carlitos, si no también la historia del tango y la de la mayoría de los procesos históricos de principios del siglo XX en Buenos Aires y en el mundo. Desde siempre sin razón aparente estuve enamorada de esa época de la historia. 

Supongo que la sonrisa de Carlitos hace eso, inspira, alegra, da curiosidad pero también da alivio a momentos tristes, consuela por que la sonrisa de Carlitos no es solo propiedad de Gardel, es de todos los que sabemos disfrutarlo.