viernes, 26 de febrero de 2021

Aguafuertes pandémicas. Molinos de viento en Flores


 


Un barrio que yo frecuentaba mucho cuando vivía en Lugano y Mataderos.

El barrio de Flores era lo que tenía más cerca para salir a tomar algo, ir al cine o algún pelotero con la nena.

En la esquina de Lafuente y Rivadavia había un local de comidas rápidas al cual íbamos con la bisabuela de mi niña y nos quedamos largas horas charlando. 


Yo tenía el pediatra relativamente cerca y ella siempre se hacía un ratito para vernos. 

Recuerdo una vez que yo tenía que irme rápido y no podía quedarme a tomar nada, nuestra bisabuela vino especialmente a la consulta del médico, para ver a la nena solo ese ratito, solo esos minutos donde el pediatra la soltaba después de pesarla y medirla.


Parece que lo veo al doctor, super sensibilizado producto que la abuelita encima que no andaba bien de sus piernas, había venido a pasar un ratito con nosotras. 

Y ese ratito era mínimo, solamente el tiempo de la consulta. Pero con demora y todo tuve que ceder, tenía que hacer mínimamente el mismo esfuerzo que ella había hecho por ver a mi hija, decidimos irnos a un bolichón allí cerquita nomas . 


Hoy después de muchos años, mi niña ya no frecuenta pediatras y la bisabuela hace rato que se convirtió en ángel, pero la esquina del barrio porteño la sigue suspirando. 


La estación de Flores le hace honor a su nombre, es un lugar lleno de colores y formas que alegran la vida. Cuando recuerdo la estación recuerdo a Martita, una gran amiga que me enseñó mucho.


La acompañaba al médico,  tomábamos café y charlamos en los barcitos cerca del romántico sonido del tren. Hoy también ella también es un ángel

 

Tengo lindos recuerdos en el barrio de Flores, aunque a veces este tipo de suspiros se me convierten a pura melancolía de molinos de viento. 


Esos molinos de viento que todos tenemos pero pocos declaramos, por que los golpes de sus aspas duelen, pero aunque sea duro y a veces los suspiros se conviertan en melancolía hay que seguir para adelante por que "Ladran Sancho, señal que cabalgamos"





domingo, 7 de febrero de 2021

Demostrado quedó, con mi planta. Gracias Marcela Suárez donde quiera que estés...






No herede ninguna habilidad de mi padre sobre el mundo de las plantas, aunque siempre  fui bastante consiente del cuidado del medioambiente, la ecología y demás menesteres pero las plantas nunca fueron mi fuerte. Las pocas macetas que he llevado a casa siempre están destinadas al peor final. 

Pero hace alrededor de dos años una colega, Marcela Suárez me regalo una planta que según ella era súper noble, aunque no la regara durante días, y el sol faltara durante meses, me aseguró que esa planta sobreviviría.
Me lleve la maceta al departamento, la puse en el balcón y automáticamente hice lo que siempre hago con las plantas, olvidarme que existen.

No la regaba jamás, solo le tiraba agua con jabón después de lavar alguna ropa. En esa parte del balcón nunca le daba el sol, y sumado a todas esas desgracias el gato de vez en cuando se deleitaba masticando a modo de chicle algunas de sus hojas. 
Después de un tiempo me resultó muy extraño que la planta no se secara, parecía que enfrentaba valientemente cualquier adversidad resistiendo a la vida. 

Paralelamente, cada tanto también me comunicaba con Marcela y ella, estaba igual que la planta, resistiendo y aferrándose a la vida. 

Los últimos días de diciembre me enteré que Marcela ya no estaba y no pude dejar de pensar en mi planta, 
esa plantita que sin sol continuó brillando,
esa plantita que sin agua siguió creciendo, 
esa plantita que se aferró a la vida hasta último momento, 
y la lucho hasta que sus fuerzas dijeron basta.

Esa plantita hoy saco un hijito que pude trasplantar, y de golpe tuve a Marcela cerca, susurrándome al oído, 
diciéndome que tenga cuidado, que tenga cautela,  
por que no es justo para ningún educador que da su vida a la escuela morir a los seis meses de jubilarse.

La vida se abre paso y resiste, demostrado quedó con mi planta. Pero no seamos nosotros mismos los que atentemos contra nuestro bienestar y le demos la gracia al sistema de que al jubilarnos corramos el riesgo de no disfrutar la vida que nos merecemos.

La educación es nuestra pasión eso no se discute, pero siempre en su justa medida. 
No sea que por dar todo también se nos escape la vida. 
Le tenía y le tengo un gran respeto a esta mujer, por que inclusive estando ausente, sigue enseñando.

Demostrado quedó, con mi planta. 










viernes, 5 de febrero de 2021

Aguafuertes pandémicas. Taller de compostura de muñecas




Ya escribía Roberto Artl en una de sus aguafuertes porteñas, sobre el oficio de compostura de muñecas, haciendo hincapié en lo extraño que le parecía este particular oficio. 


Caminando por Callao buscando un relojero para arreglar un reloj antiguo que me regalaron hace tiempo (y recién hoy en medio de una pandemia me decido a reparar), pensaba lo mismo que Robertito sobre este particular oficio. 


Estamos en el 2020 y aunque mandamos cohetes a la luna todavía no controlamos el tiempo, justamente nuestro recurso más escaso. 

Comienzos del siglo 21 y todo el mundo vive, disfruta, se enamora y respira por medio del celular.


¿Por qué controlar el tiempo sería distinto? 


Llegué a una relojeria donde me informaron que el reloj era a cuerda y que aparentemente hay relojeros que se especializan en este tipo de aparatos. 


Me enviaron a otro pequeño local en el segundo piso de una galería por la calle libertad al 300, cuando llegue el lugar era una oficina muy pequeña y casi en la puerta se encontraba trabajando el relojero. 

El hombre tenía una pequeña lupa apretada al ojo. 

Cuando sonó fuerte mi “buen dia” el relojero puso rápidamente su mano con la palma abierta frente a su rostro y relajo los músculos de la cara dejando así caer la pequeña lupa. 


Hable tranquilamente sobre la dolencia de mi recuerdo y como un médico especialista lo reviso cuidadosamente. Me dijo que era posible arreglarlo y que valía la pena ya que el mecanismo interno estaba bien, solo sucio y oxidado por algunos sectores.


Me fui contenta, porque había logrado por una módica suma dejar a reparar mi reloj , pero me quede pensando, ¿Estas profesiones están en extinción? O es sensacion mia que el mundo ya no le da importancia al tiempo. 


Cuanto más pasan los años y se siente el carretel más cortito uno se da cuenta que el tiempo es solo una cuestión de sensaciones, hay que saber vivir, despues amar, despues partir y al fin andar sin pensamientos 



Nota: La foto que preside este post la saque de otro blog que cuenta una historia muy interesante sobre este reloj que pertenece a la Biblioteca del Congreso de Argentina 
Vayan a verla https://principedelmanicomio.wordpress.com/2018/09/03/el-problema-de-las-cuatro-i/