domingo, 19 de abril de 2020

El Hombrecito del azulejo


No hay nada mas hermoso para mi que la literatura. 
Las letras, las palabras, los libros, las bibliotecas son algo tan maravilloso que no podría concebir la existencia sin ellos.
En diferentes etapas de la vida puedo mencionar diferentes libros que me han quedado pegados al recuerdo.
Obvio que no tengo presente a todos, algunos tienen mas llegada que otros y es depende el momento y lugar. 
Pero este cuento en particular lo leí cuando era muy chica, y luego tuve la oportunidad de trabajarlo 
en la escuela en algún momento.

Este año en enero estuve en Uruguay y uno de los primeros lugares donde paramos fue Colonia del Sacramento.
Sus museos chiquitos y llenos de magia nos dejaron un sabor a panqueque relleno de dulce de leche.  
Fuimos al museo del azulejo y allí estaba. Lleno de magia, esperándonos. 

Cuando llegamos fue el primero que nos vio y moviendo su tierna manito desde el azulejo de fondo blanco nos hizo una seña para que entremos. 
La persona que custodiaba el museo, nos saludo amablemente y nos invito a recorrer el espacio, sin saber que él ya nos había visto.
Cuando entramos yo le presente a mi hija, él con una pequeña reverencia se saco su sombrerito y 
saludo tiernamente bajando la cabeza y por consecuencia la mirada. Claro, es todo un caballerito.

Luego de besar apaciblemente la mano de mi niña nos condujo hasta el grupo de aliados que lo acompañaban.
Un hombrecito al lado del otro, todos amigos, compañeros de vida, camaradas de azulejos. 
Dedico un largo rato a comentarnos como era la vida en ese lugar, lo bello de Colonia, la tranquilidad del pueblo, la amabilidad de la gente.
Demostró especial interés por intercambiar con mi hija, ella, una niña suave en sus primeros años de juventud sonreía todo el tiempo. Los dos disfrutaban el momento.

Después de conversar unos momentos debimos continuar nuestro viaje. 
Él nos saludo cortesmente , nuevamente con una pequeña reverencia y nos invito a volver en algún otro momento. 

El cuidador del museo ajeno a todo lo ocurrido nos saludo como si todo el tiempo hubiéramos recorrido las salas en silencio.


















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